¿Alguna vez te has preguntado por qué a los frigoríficos también les llamamos neveras?
Antes de que existiesen los frigoríficos y los congeladores no quedaba de otra que buscarse la vida para conservar los alimentos. Se recurría a métodos como el ahumado, los adobos o las conservas, pero también al frío, ¿cómo lo hacían? Gracias a los pozos de nieve (en Salamanca tenemos uno ¡y con unas galerías subterráneas que son un misterio!).
Los pozos de nieve
Los pozos de nieve son, básicamente, agujeros de grandes dimensiones excavados en la tierra que se utilizaban para conservar la nieve convertida en hielo.
Se sabe que los romanos ya los utilizaban y, aunque parezca increíble, se han seguido utilizando hasta el siglo XX. Con la llegada de las fábricas de hielo y los frigoríficos ya no eran necesarios los pozos de nieve y quedaron en desuso, al menos, para su fin inicial. Sin duda, los nuevos inventos eran mucho más cómodos y útiles (¡e higiénicos!).
¿Cómo se llevaba la nieve hasta estos pozos? Hasta aproximadamente 1931 existía una profesión para realizar ese trabajo. En primavera los neveros recogían las nieve con palas y la llevaban hasta los pozos. Una vez allí, la aplastaban (alternando capas de nieve con capas de, por ejemplo, paja) para convertirla en hielo. En verano cortaban bloques de hielo y durante la noche los transportaban hasta puertos o pueblos y ciudades cercanas. Como te puedes imaginar, la cantidad iba mermando poco a poco a lo largo del camino, pero llegar hielo, llegaba. La profesión era bastante dura, sobre todo porque en aquella época no tenían ni abrigos ni calzado adecuado para trabajar a esas temperaturas tan bajas.
El Pozo de Nieve de Salamanca
El pozo de nieve de Salamanca se construyó en 1738 como parte del Convento de San Andrés. Con más de 7 metros de profundidad, en un principio se construyó para tener hielo en el convento, aunque más tarde comenzó a alquilarse. Cuando en 1835 el convento quedó vacío, el pozo se vendió y fue utilizado entre otras cosas para almacén de encajes y puntillas. Sí, has leído bien.
La nieve que se almacenaba aquí se traía desde la Sierra de Francia y desde la Sierra de Béjar, y se transportaba sobre mulos. Una vez que se convertía en hielo se utilizaba, entre otras cosas, para hacer helados, sorbetes (¿ahora entiendes por qué digo que las maquinas frigoríficas son más higiénicas?) o con fines terapéuticos.
Restos del Convento de San Andrés
En la visita al Pozo de Nieve podrás ver parte de la antigua muralla, visitar lo que queda del convento, ¡y pasear por las galerías subterráneas!
El convento, al encontrarse fuera de las murallas y muy cerca de la puerta de entrada a la zona amurallada, fue utilizado como cuartel desde 1762. Durante la Guerra de la Independencia fue ocupado por ambos bandos, lo que hizo que sufriera graves daños. Por eso, hoy en día apenas queda nada de aquél edificio que, dicen, era el “Escorial salmantino”.
Las Galerías Subterráneas
Se sabe que forman parte de una red más grande que lo descubierto hasta ahora. La parte conocida es de 75 metros de largo y está excavada a unos 13 metros de profundidad. Estas galerías conectan diferentes accesos y pasillos. Hasta el siglo XX se utilizaron como bodegas, pero a día de hoy siguen siendo un misterio; nadie sabe todavía su origen ni para qué se construyeron… Y a ti, ¿para qué se te ocurren que pudieron usarse? ¡Déjanos tu opinión en los comentarios!
Para más información sobre el Pozo de Nieve visita http://salamanca.es/pozo-nieve
Puedes encontrar información sobre las visitas guiadas en https://salamancaymas.es, llamando al 923 21 83 42 o en la Oficina de Turismo de Salamanca (Plaza Mayor 32).